Capitulo II
Extrañaba tanto esa sensación de amor que la embargaba cada vez que estaba con él. Extrañaba la manera en que la escuchaba, en que leía todas y cada una de las historias que ella escribía. Cómo la consolaba cuando tenía problemas con su madre. Cómo la ayudó cuando el actual novio de su madre la violó. La manera que tenía para convencerla de que no se suicidara, que había gente que si la quería y por ellos no debía morir. Todas y cada una de las cosas que Will hizo por ella eran algo que valoraba tanto como un tesoro. Él era lo único que tenía, y ahora estaba totalmente sola sentada bajo ese árbol que tantas veces les sirvió de escondite.
-Donde estás, Will? Hermoso mío, te extraño tanto- susurró al viento. Continuó llorando en silencio.
Una sombra pasó a su lado. La joven se sobresaltó y automáticamente se puso de pie.
-Quien anda ahí? Quien eres? Que quieres?
Nadie respondió. Salió corriendo hacia el cementerio, ahí había un teléfono y podía llamar a la policía si lo necesitaba. Se detuvo ante las enormes puertas que daban a ese lugar que alguna vez habría de acogerla. Ahí estaba la sombra de nuevo.
La sombra se fue acercando a ella lentamente, para dejar ver bajo la tenue luz de las lámparas de calle, un rostro increíblemente blanco y hermoso, que Charlotte ya conocía.
Oh, tanto tiempo pasó ahí contemplando aquellos ojos grises, tanto tiempo que le pareció una eternidad, sin embargo, no podía dejar de hacerlo, la tenía como hipnotizada. Quiso acercarse a él, pero algo se lo impedía. Quizá era el sobrenatural color blanco de su piel, o la sensación de que algo extraño sucedería muy pronto.
Will entendió que su amada estaba esperando que él se acercara a ella, entonces lo hizo. Caminó hacia ella y tomó su mano. Ansiaba tanto tocarla, sentirla cerca. La abrazó. Hundió su rostro entre los largos cabellos negros de ella y pudo sentir nítidamente su olor, su calor, su vida.
Quería tanto poder tenerla a su lado para siempre, poder verla todos los días, sentirla junto a su cuerpo cada noche... sin embargo, sabía que no podía. Ella lo único que quería era desaparecer de la tierra, y él no podía condenarla a estar por siempre en ésta. Debía hacerla feliz, aunque esto le costara su propia felicidad. Pero no quería! No quería separarse de ella! Tanto le había costado estar lejos de Charlotte los últimos meses, no sería capaz de vivir sabiendo que ella está muerta. Pero, si era lo que tanto quería... debía complacerla, debía hacer todo lo posible para que ella fuera feliz.
Acarició su cuello, su rostro, sus brazos. Besó sus manos, su frente y la comisura de sus labios. La abrazó aun más fuerte, preparándose para lo que pronto vendría. La miró a los ojos y le susurró que la amaba. Ella le respondió lo mismo. Lo amaba, y nunca antes había tenido el valor para decírselo. Y ahora ya era demasiado tarde. Él acabaría con su vida y ella ni siquiera podría agradecérselo.
-Charlotte, hermosa. Quiero que sepas que cada vez que tú te sentiste mal por algo que se dijo o pasó, yo me sentía presa de la más atroz impotencia. Y ahora, que todavía te sientes deprimida, ya no siento esa impotencia. Me siento con el deber de ayudarte, ya que la solución está en mis manos. Te amo, y sólo porque te amo de la manera en que lo hago, acabaré con todos tus problemas, con todas tus penas, con todas tus desilusiones sobre la vida. Sólo porque te amo tanto es que no te traeré conmigo.
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